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domingo, 8 de abril de 2012

Sin condiciones

Nuestra felicidad depende en gran parte de la aceptación de la que hablamos en un pasado post, ahora vamos a desarrollar un poco más este tema, ya que existen dos maneras de aceptar: condicional o incondicionalmente. Veamos.


Según Gandhi la vía para pacificar a los demás comienza por aprender a pacificarse a uno mismo. Además de él, son muchas las corrientes filosóficas que defienden que nuestra paz interior depende, en gran modo, de saber aceptarnos incondicionalmente a nosotros y a las personas que nos rodean. Encontremos el problema que nos afecta a la mayoría.

    La mayoría de nosotros sólo estamos dispuestos a aceptarnos y querernos si somos capaces de cumplir una serie de condiciones impuestas por la sociedad o familia y aceptadas por nuestro subconsciente, ya que han sido inculcadas desde bien pequeños y de manera muy constante: tener un buen trabajo y éxito en él, formar una familia, ser un buen estudiante, ser guapos-altos y delgados, ser un buen deportista, poseer muchas propiedades, si nuestra casa es más grande que la de los demás... ¡mejor!, tener éxito en todo lo que nos propongamos, y un largo e interminable etcétera. Todo ello no hace más que colocar condicionantes mentales que se convierten en obstáculos que nos impiden poder aceptarnos y querernos a nosotros mismos, ya que conseguirlo todo y ser infalibles es imposible para nosotros los mortales y esto nos conduce a una constante infelicidad. Condicionar nuestra propia autoestima a la consecución de las cosas que "deberíamos" ser o tener provocará, sin duda, una frágil estabilidad emocional. Aunque seamos muy buenos en lo que hacemos, estar siempre en la cima del éxito nos agotará y eliminará nuestra capacidad para disfrutar de la vida.

    De un modo paralelo ocurre que nuestra aceptación de los demás queda ensombrecida por nuestra tendencia a creernos superiores, sobretodo cuando alguien nos ofende: lo juzgamos, despreciamos y desde nuestra aparente superioridad buscamos la manera de castigarlo. Esto en poco tiempo se vuelve en nuestra contra, ya que si aceptamos que los demás no valen nada, inconscientemente asumimos que nosotros tampoco valemos mucho, ya que al final, tarde o temprano, nos comportaremos de manera incompetente.



  La solución al problema está en auto-observarnos, sobretodo cuando tengamos un bajón de ánimo o autoestima, y preguntarnos a nosotros mismos si hemos caído en la trampa de valorarnos a partir de nuestros éxitos o fracasos materiales. Si es así, tenemos que saber que esto juega en nuestra contra, pero sobretodo entendamos que todos tenemos objetivos, metas o aspiraciones, pero esos logros no deben definir nuestro valor esencial como ser humano y nuestra capacidad para ser respetados. Del mismo modo, cuanto mayor sea el respeto que tengamos hacia los demás, más nos respetaremos a nosotros mismos. Para ayudarnos en esto, recordemos el siguiente principio de el Mahatma: "odia a la ofensa, pero no odies a la persona que te ha ofendido", piensa que la persona que te agrede, primero se ha agredido a sí mismo, pues en su mundo, ella padece de una baja autoestima, está ofuscada y engañada por la espiral de continuos juicios personales que ocurren a diario en nuestras mentes y que tan poco nos ayudan.

    Aceptate como ser humano que eres, acepta que tienes sueños y metas, pero ellos no son parte de tu ser, si al final no pueden ser conseguidos debes seguir sintiendo amor por ti mismo/a y por la vida en general. Acepta a las personas que se crucen en tu camino y sé consciente que sus acciones no son parte de ellas, ya que puede que estén auto-engañadas por sus propios juicios mentales, del mismo modo que tú lo estabas. Siente amor también por ellas, verás como lo que te es devuelto es un combinado de amor y felicidad que es del gusto de cualquier mortal.

    Muchas gracias por leer mis palabras.

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